Calidad del aire interior en edificios de uso público
- Escrito por Paula Serrano CALORYFRIO
Es evidente que existe una relación directa entre la calidad del ambiente interior en los edificios y la salud de las personas. Y un ambiente interior sano depende de diversos factores que se interrelacionan. Entre ellos, de la calidad del aire interior que puede verse comprometida por diferentes motivos. Afortunadamente en España existe legislación que obliga a inspeccionar anualmente la calidad del aire interior de los edificios. El Reglamento de Instalaciones térmicas de los edificios (RITE), desde su última modificación en 2013 (RD 238/2013). Y aunque las viviendas quedan fuera del ámbito de esta exigencia, el resto de edificios, en su inmensa mayoría, tienen la obligación legal de hacerlo. Incluidos los edificios de uso público.
- El Síndrome del Edificio Enfermo
- Contaminantes que influyen en la calidad del aire interior de los edificios
- La biohabitabilidad como alternativa para conseguir ambientes interiores más saludables
- Información y regulación sobre la calidad del aire interior de los edificios
- La sociedad como principal demandante de edificios más sanos y sostenibles
El Síndrome del Edificio Enfermo
Se habla del Síndrome del Edificio Enfermo (SEE) cuando al menos el 20% de los ocupantes presentan síntomas adversos de salud, los cuales desaparecen o remiten cuando se abandona el edificio. En este sentido la Organización Mundial de la Salud (OMS) determina que el 30% de los edificios que se construyen o reforman en los que no hay ventanas practicables, la ventilación es 100% mecánica y predominan los materiales sintéticos y muy tecnificados, pueden presentar este síndrome. Una realidad muy común por ejemplo en ambientes laborales como los edificios administrativos.
Por aportar datos, se conoce que de media, el aire interior puede estar entre 2 y 5 veces más contaminado que en el aire exterior. La EPA (Environmental Protection Agency) determina que el 72% de la exposición a químicos se produce en espacios interiores. Pasamos un 90% de media en el interior de los edificios, ya sea en casa, en el trabajo, en los centros educativos, en el supermercado o en cualquier edificio público. En total unas 21 horas en las que nos exponemos a contaminantes ambientales asociados a espacios interiores.
Y el deterioro de la calidad del aire se asocia a una serie de factores muy concretos cuyo origen se puede trasladar 50 años atrás en relación a la crisis energética de los años 70. Por un lado a la necesidad de construir edificios muy herméticos y aislados para reducir el consumo energético asociado. También caracterizados por una reducción de la ventilación por el mismo motivo. Por otro lado, el incremento del uso de materiales sintéticos, tanto en mobiliario como en materiales constructivos, emisores de compuestos químicos al interior. Todo ello unido incluso también, a la mala calidad del aire exterior, ha ido en detrimento de la salubridad de los edificios con una concentración mayor de contaminantes en el interior de los edificios. Como consecuencia se ha incrementado el caso de personas asmáticas, alérgicas, con enfermedades cancerígenas y cardiovasculares asociadas a la contaminación interior.
Ante este panorama, en 2008 por ejemplo, ya se planteó desde Europa la necesidad de realizar acciones con el objetivo de reducir el impacto de las enfermedades ambientales. La necesidad de abordar los factores medioambientales que influyen en la salud de las personas, como es la calidad del aire exterior e interior de los edificios, debían de ser objetivos prioritarios. Para ello se consideró que se debía de establecer una serie de indicadores, desarrollar una vigilancia integral, evaluar datos asociados y multiplicar los esfuerzos de investigación. En definitiva llegar a comprender las interacciones entre las fuentes de contaminación y los efectos sanitarios. Todo ello teniendo en cuenta a los colectivos más vulnerables, el estilo de vida actual de las personas y su relación con los espacios interiores así como la aparición de nuevas enfermedades o síndromes, desde una perspectiva multidisciplinar.
Contaminantes que influyen en la calidad del aire interior de los edificios
Existe una directiva europea, la 208/50/CE del 11 de junio, relativa a la calidad del aire ambiente, que define un contaminante como toda sustancia presente en el aire ambiente que pueda tener efectos nocivos sobre la salud humana y el medio ambiente en su conjunto; y el nivel de contaminantes como la concentración de un contaminante en el aire ambiente o su depósito en superficies en un momento determinado. En base a estas definiciones, y por todo lo comentado anteriormente, podemos decir que la calidad el aire interior se podrá evaluar, si detectados los efectos nocivos sobre la salud, se determinan los contaminantes que causan dichos efectos.
Los contaminantes que afectan a la calidad del aire interior pueden ser de tipo químico, físico o biológico:
- Contaminantes de tipo químico: El primer grupo engloba principalmente las emisiones de materiales de determinados materiales de construcción como aislamientos, sellantes, adhesivos, pinturas y recubrimientos, acabados de madera, plásticos, mobiliario, e incluso productos de limpieza o biocidas. Son los famosos Compuestos Orgánicos Volátiles (COV), compuestos químicos que tienen en común la base química de carbono. Se volatilizan en el aire a temperatura ambiente y la mayoría de ellos son perjudiciales para la salud. En este grupo también entran el humo del tabaco ya regulado sobre todo en edificios de uso público, los metales pesados y las partículas en suspensión asociadas por ejemplo a pinturas.
- Contaminantes de tipo físico: En cuanto al segundo grupo, la humedad relativa y la temperatura interior. Ambos factores esenciales por un lado, en la percepción de la calidad del aire interior por parte de los ocupantes, puesto que influyen en su confort y en la salud de su aparato respiratorio. Por otro, porque unas condiciones inadecuadas de temperatura y humedad aumentan el riesgo de condensaciones, afectando a la durabilidad de los materiales de construcción y propiciando la aparición de moho en las superficies afectadas.
- Contaminantes de tipo biológico: En el tercer grupo entrarían las partículas en suspensión (polvo) y los micro-organismos como el moho, las bacterias, las toxinas o los virus. Generalmente asociados a los sistemas de aire acondicionado, climatización y ventilación y a un inadecuado mantenimiento de dichas instalaciones. Las personas también podemos ser fuente de este tipo de contaminantes. Su proliferación depende de la temperatura y de la humedad relativa, la presencia o no de luz natural y del grado de ventilación para la renovación del aire.
La biohabitabilidad como alternativa para conseguir ambientes interiores más saludables
De entre las posibles estrategias para la mejora de la calidad del aire interior en los edificios destaca por ejemplo el protocolo de actuación planteado por la biohabitabilidad. Una disciplina poco conocida pero con resultados positivos desde sus inicios. Con esta práctica, se promueve los espacios saludables a través de la ejecución de soluciones constructivas compatibles con los sistemas biológicos. Es decir, diseñar, construir y rehabilitar espacios considerando los parámetros de la biología humana.
El proceso de trabajo que plantea la biohabitabilidad empieza con la evaluación temprana de los factores ambientales de riesgo del entorno (contaminantes) del entorno. Una vez detectados se implementan soluciones constructivas y se eligen materiales constructivos que prevengan de la entrada de dichos factores ambientales. Se trata de un protocolo de actuación para la mejora de la calidad ambiental interior en general, que también recoge como es lógico, pautas de actuación para garantizar la calidad del aire interior. Incluye el análisis de la interacción de los materiales, de los sistemas constructivos, de las instalaciones y de la ejecución y la selección de materiales bajo emisivos de compuestos orgánicos volátiles, formaldehidos o metales pesados entre otros. La norma SBM-15 es la norma de referencia que recoge el conjunto de factores de riesgo y su influencia en el ambiente interior.
Información y regulación sobre la calidad del aire interior de los edificios
Con todo lo comentado, más de uno podrá sentir una especie de impotencia o decepción. Una actitud lógica cuando lo que está en juego es nuestra salud ¿Estamos realmente protegidos o seguros en el interior de los edificios? ¿Por qué no existe un mayor control al respecto? ¿Cómo se puede mejorar la calidad del aire interior en los edificios? Para dar solución a todo ello se requieren medidas concretas sobre la calidad del aire interior. Por un lado, regulación y por otro lado, información a los agentes implicados y sobre todo al usuario final en relación a los factores ambientales y los riesgos asociados en a cada uno de ellos. Sin ir más lejos la Federación de Empresas de Calidad Ambiental en Interiores (FEDECAI) ha publicado este mes dos guías, una de ellas dedicada a edificios de uso público, en las que se recogen recomendaciones preventivas en la calidad del aire interior frente al coronavirus (SARS-COV-2). En ella se proporciona información sobre las posibles vías de transmisión del virus. En el caso de transmisión a través de partículas pequeñas transportadas por el aire da unas pautas para minimizar el impacto del Covid-19 a través de los sistemas de climatización.
Que los nuevos edificios alcancen o superen las exigencias del CTE y el RITE en España es todo un avance. De hecho, parece ser que nuestro país ha sido pionero en este sentido. A nivel europeo existe legislación respecto de la ventilación y la concentración de CO², así como del humo del tabaco, en edificios de uso público. Sin embargo no existe nada específico del aire interior. Las directivas europeas de eficiencia energética se centran en la reducción del uso de combustibles fósiles y de las emisiones de CO² asociadas, pero no se tiene en cuenta la calidad ambiental interior. En España, en cambio se han creado normas de calidad ambiental que abordan los valores límite y las operaciones de mantenimiento preventivo. Y el cumplimiento de la norma en general tiene como objetivo garantizar una mayor calidad del aire y también un mayor ahorro energético. Todo ello para ofrecer seguridad en cuanto a la salud y confort de los usuarios. Pero es necesario avanzar mucho más allá. No es necesario crear espacios estériles sino compatibles con la salud y el medio ambiente. Edificios energéticamente eficientes y a la vez sanos. Es necesario también, informar de a la vez que regular, para limitar la toxicidad de los materiales de construcción y garantizar la seguridad e inocuidad de los componentes químicos integrados en equipos y mobiliario presentes en los edificios.
La sociedad como principal demandante de edificios más sanos y sostenibles
El ejemplo más cercano es el de las certificaciones ambientales. Estándares que premian la aplicación de estrategias relativas a la calidad del ambiente interior. Que promueven el confort acústico y lumínico, la calidad de las vistas hacia el exterior, el uso limitado de materiales bajo emisivos, la realización de mediciones de calidad del aire o el seguimiento de un plan de calidad del ambiente interior incluso en fase de construcción, entre otras estrategias. Porque un edificio sostenible debe de ser respetuoso con el medio ambiente pero también con la salud y el confort de sus ocupantes. En este sentido la sociedad debe de ser consciente de lo que significa un edificio diseñado y construido para ser sostenible a la vez que saludable. Deben de tener la información y sobre todo ser los principales demandantes de este tipo de edificios.
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