Transición energética en España, un camino inevitable hacia las renovables
- Escrito por Idoia Arnabat CALORYFRIO
Cuando hacemos referencia al término de “Transición energética” nos referimos al abandono de fuentes de energía como el petróleo, el carbón, en definitiva fuentes convencionales en favor de energías limpias o renovables… y en un país como España en el que la dependencia energética que sufrimos es una de las más elevadas de Europa, el hecho de preguntarse acerca de la transición energética comienza a ser una imperiosa necesidad y no sólo una cuestión de debate político.
La transición se enmarca en la necesidad de luchar contra el cambio climático, proteger la salud de las personas, reducir riesgos económicos, financieros y tecnológicos, favorecer la máxima eficiencia en el consumo, facilitar precios predecibles y asequibles y disminuir las tensiones geopolíticas propias de un modelo sustentado en la dependencia energética.
Recientemente, desde la Fundación Renovables, su Presidente Domingo Jiménez Beltrán, constataba en un artículo publicado en “El Economista” que el actual sistema energético español es insostenible. Padecemos una elevada dependencia energética, cercana al 80%, importaciones energéticas superiores a los 50.000 millones de euros al año, baja eficiencia, alta dependencia de combustibles fósiles y elevadas emisiones. Todo ello sin olvidar que, los elevados precios de la energía que padecemos ahora y a futuro si tenemos en cuenta el sobrevenido déficit de tarifa eléctrica superior a los 25.000 millones de euros.
Siendo tan evidente que nuestro sistema energético debe cambiar, sólo queda esperar que los responsables de este cambio comiencen a estructurar una estrategia para marcar el camino hacia la transición. Ninguno de los actores involucrados en este escenario dudan de la dificultad de llevar a cabo el proyecto ya que requerirá de actuaciones en diversos sectores con medidas regulatorias, precios, renovaciones e innovaciones tecnológicas y medidas que en muchos casos no serán entendidas por la opinión pública.
Esto es debido a que la transición energética también conlleva cambios en nuestro comportamiento como consumidores de energía para incrementar el ahorro energético y la eficiencia energética. Para poder realizar una transición energética de manera ordenada y eficiente será necesario establecer una nueva regulación que asuma los costes del modelo energético actual y permita una transición acorde a los objetivos fijados para luchar contra el cambio climático.
Qué está pasando en España
En los últimos años, España ha iniciado una transición en cuanto al modelo energético que sólo en el tema de las renovables, está generando importantes retos y tensiones. Sin embargo, paralelamente, se han realizado cuantiosas inversiones en energías no renovables: en capacidad de refino, en generación de electricidad con ciclos combinados de gas natural así como en la parte proporcional de las infraestructuras asociadas con el suministro de gas natural, tales como gasoductos, plantas de regasificación y estructuras de almacenamiento de reservas estratégicas.
Este tipo de inversiones inciden de forma importante en la capacidad de adaptación del sector al nuevo contexto energético puesto que son activos cuya vida útil marcará el perfil energético durante décadas. Se plantean, por tanto, tensiones cuya solución no es sencilla y requieren claridad con respecto a los objetivos a medio plazo. El impulso a las renovables es inevitable y básico, de ahí la necesidad de regular con inteligencia los incentivos a dicho despliegue y la posibilidad de que se produzcan consecuencias lesivas desde el punto de vista económico, durante periodos limitados de tiempo. Pero habrá que tener en cuenta que estos “inconvenientes” no alteran la importancia estratégica del impulso a las energías renovables, pieza central de esa transición energética, ni pueden comprometer su desarrollo, especialmente el tecnológico, incluyendo la fase de inserción en el mercado.
El papel del entramado empresarial también será fundamental en una futura transición energética. Será necesario un nuevo perfil que entienda cómo debe cambiar el negocio en los próximos años y que sepa amoldarse a las nuevas necesidades. En sociedades industrializadas, no es probable que surjan incrementos a gran escala de la demanda energética en España ni que se necesiten aumentos significativos de la capacidad instalada en los próximos años. Sin embargo, sí deberá promoverse la transformación de la capacidad existente para cubrir nuevas demandas –como la de un transporte más electrificado- y reduciendo otras –capaces de autosatisfacerse o minimizarse gracias a una mayor eficiencia.
Supondrá cambios sustanciales en el modo de gestión de las redes y deberá combinar grandes infraestructuras de generación con instalaciones de tamaño mediano y pequeño. Viviremos cambios en el perfil de los operadores y en los servicios que demandan los consumidores. En definitiva, el modelo de negocio es algo radicalmente distinto a aquello que conocemos hoy y en esta transición surgen importantes oportunidades de negocio y actividad económica, generando incentivos a la innovación y la eficiencia.
Iniciativas europeas en transición energética
Dado que no existe una estrategia común en cuanto a transición energética en la UE, sería interesante mostrar qué iniciativas se están llevando a cabo en otros países en favor de una transición hacia un desarrollo más sostenible.
En Francia, nuestro país vecino, se ha decidido emprender una paulatina reducción de su particularmente desproporcionada dependencia de la energía nuclear para la generación de electricidad. El Presidente de la Republica aspira a poder reducir el peso de la energía nuclear en la generación eléctrica del 75% actual al 50% en 2025. Asimismo ha cerrado el paso a la exploración y producción de gases de esquisto a través de la fractura hidráulica dados sus riesgos para el medio ambiente y la salud pública.
Portugal ha impulsado una estrategia clara para facilitar la transición energética del país y reducir su dependencia energética. Las energías renovables son consideradas como un activo estratégico para el país hasta tal punto que el Gobierno instó a la Comisión Europea a considerar la adopción de objetivos vinculantes de hasta el 25% de capacidad de interconexión eléctrica entre Estados Miembros en el marco de la propuesta de energía y cambio climático para 2030 de la CE, con el fin de poder evacuar más allá de los Pirineos el exceso de generación de energía solar y eólica que se podría generar en la península ibérica en el futuro.
Los paralelismos de Portugal con España son notables en lo que se refiere a la generación de incentivos económicos para las energías renovables, cuyo desenlace en ambos casos terminó con una moratoria para la nueva capacidad. Los incentivos económicos a la generación con energías renovables en Portugal han resultado en cuantiosas inversiones tanto en energía eólica (el 23% de la energía generada en 2013, ligeramente superior a España) como solar (el 1% de la electricidad generada en 2013, frente al 3% en España). Sin embargo las consecuencias de la crisis económica han sido diferentes. A raíz del rescate financiero y el memorándum de entendimiento con la troika, el gobierno portugués inició negociaciones con los promotores de los parques eólicos, que resultaron en un acuerdo de adhesión voluntaria en 2012 y su aprobación oficial legislativa en 2013.
El plan nacional de acción para las energías renovables (PNAER) se complementa con medidas para incentivar el ahorro energético y la eficiencia energética del plan nacional de acción para la eficiencia energética.
La decisión en este ámbito en Alemania se desencadenó En junio de 2011, unos meses después del accidente nuclear de Fukushima. Entonces, el parlamento alemán, con un consenso político que aglutinó a los principales partidos del arco parlamentario, adoptó definitivamente la decisión de abandonar la energía nuclear, poniendo fecha al cierre de sus centrales. Con ello culminaba años de debates y vaivenes sobre el futuro energético en Alemania.
La energía nuclear será abandonada definitivamente en 2022, y, en línea con decisiones previas, se mantiene el objetivo vinculante de producir, al menos, el 80% de la electricidad con energías renovables en el año 2050. Como metas intermedias se establecen para el año 2020, un 35%, para 2030 un 50% y para 2040 el 65%. Así mismo la estrategia del gobierno federal también incluye ambiciosos objetivos en términos de eficiencia energética (el consumo de energía se tiene que reducir en un 10% en 2020 y un 25% en 2050 en comparación a los niveles de 2008).
La energía solar fotovoltaica y la eólica son hasta la fecha los dos pilares sobre los que Alemania está construyendo su transición energética. Su incremento en los últimos años ha sido espectacular lo que generado ciertas tensiones entre operadores y con los países vecinos.
Entre los grandes retos pendientes destaca la definitiva entrada en funcionamiento de los planes de generación off shore y la revisión de su modelo de “feed-in tariff” en un contexto de debate europeo sobre las ayudas a la industria –no sólo a las generadoras de electricidad sino a la industria consumidora de energía subvencionada, puesto que son los hogares y pequeñas empresas los que soportan el incremento en sus tarifas eléctricas mientras que la industria expuesta a competencia internacional está exenta-. A ello hay que añadir las tensiones asociadas al deterioro creciente del negocio de generación con carbón y gas y la mejor manera de impulsar un proceso de transición, incluido el funcionamiento del mercado eléctrico, a escala europea.
Fuentes: El Economista / Foro Transición Energética y Cambio Climático
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