Construcción sostenible: decálogo para afrontar la crisis climática
- Escrito por Montse Bueno
"El ser humano se encuentra ante retos que no tienen precedentes, ya que lleva aproximadamente 40 años viviendo por encima de sus posibilidades biosféricas". Así lo expresó el antropólogo y director técnico de medio ambiente Emilio Santiago Muíño durante su ponencia "Lógicas de Innovación y de Cambio" que expuso durante la Feria de la Construcción Internacional BBConstrumat y de la que nos hacemos eco en el presente artículo.
Este especialista planteó un escenario de emergencia ecológica en el que, arguyó, “hay mucho para resolver en poco tiempo y con un impacto disruptivo en la evolución de nuestros sistemas sociales”. Argumentó que a lo largo de los próximos 50 años las ciudades van a sufrir una transformación intensa y vertiginosa y que, por tanto, es preciso contar con una panorámica que permita comprender cuál es la verdadera dimensión de los retos técnicos a los que interpela la sostenibilidad, a pesar de que, indicó, “la sostenibilidad no es un problema técnico sino un problema fundamentalmente político”. Enumeró las complejas y urgentes medidas que implica este contexto en materia climática, pero también a nivel de estrés hídrico, biodiversidad, pérdida de suelo fértil o impacto de la contaminación en la salud de las personas. Reforzó su discurso con datos gráficos de origen científico que revelan que “se está entrando en la sexta extinción de la historia de la vida en nuestro planeta”. Una circunstancia que amenaza la economía global.
Binomio energía-clima
Emilio Santiago Muíño se refirió un uso de la tierra completamente insostenible, en el que la productividad de las cosechas mundiales está saturada y, en este sentido, expuso que una superficie equivalente a un quinto del estado español se abandona cada año por sobreexplotación. En esta línea, abordó la contaminación del aire que, según datos de la Agencia Europea del Medio Ambiente, en el año 2014, comportó la muerte prematura en Europa de alrededor de 480.000 personas, y de 38.000 personas en España.
Así pues, razonó, “la crisis ecológica no es una amenaza remota e hipotética que afectará en un futuro a nuestros nietos sino que nosotros somos esos nietos y, si debe de existir algún momento para la trasformación verde de nuestras ciudades y de nuestros sistemas productivos, es ahora”. Algo que, indicó, sostienen entidades como la Comisión Europea “si se tiene en cuenta la hoja de ruta que ha marcado en pro de una sociedad descarbonizada para 2050: un reto técnico y social de enormes magnitudes”.
"La trasformación verde de nuestras ciudades y de nuestros sistemas productivos, es ahora".
A continuación, este experto invitó a los asistentes a centrar su atención en el binomio energía-clima. El cambio climático, explicó, en su vertiente energética, supone el riesgo de desabastecimiento de suministros líquidos de alta calidad. Y, en este sentido, señaló que “el patrón de la extracción de los yacimientos petrolíferos, cuando se ha extraído la mitad, está sometido a la ley de rendimientos decrecientes desde un punto de vista geológico contrastado”. La intensa polémica de la primera década del siglo XXI en el mundo geológico en relación a fechar un pico global de extracción de petróleo quedó resuelta en 2010, cuando la Agencia Internacional de la Energía publicó un informe donde se reconoció que el petróleo crudo convencional había llegado a un punto máximo de extracción alrededor de 2006. Desde entonces, se certificó, está en ligero declive. Y fue coincidiendo con ello, adujo el ponente, “que se produjo la subida espectacular del precio del barril de crudo, alcanzando valores históricos”. De ese modo, la oferta petrolífera pasaba a no poder sufragar una demanda creciente, especialmente desde la irrupción de China e India.
Por otra parte, actualmente, se desconoce si los petróleos no convencionales, otros tipos de combustibles líquidos y los derivados del gas natural podrán suplir las necesidades existentes. Pero lo que sí se sabe, afirmó, “es que el fracking – que se ha vendido como la gran solución – comporta tres problemas: impacto ambiental en emisión de gases de efecto invernadero (imposible cumplir con compromisos climáticos); los petróleos no convencionales son menos versátiles (no permiten, por ejemplo, destilar diésel); y en términos de energía neta o útil o de lo que queda disponible para la sociedad se trata de suministros más pobres. Con los otros dos grandes combustibles fósiles y el uranio – indicó – “vamos a enfrentar procesos parecidos”, con lo que nos quedan “horizontes de cierta escasez en décadas venideras en términos históricos”.
Desarrollos urbanos y sociales futuros
En la matriz energética mundial, según este especialista, el 80% de la energía que producimos proviene de combustibles fósiles. En el Estado Español, en concreto, predomina enormemente el petróleo. Y a pesar de un marco regulatorio poco propicio, “las renovables registran un impacto interesante”. En estos momentos, argumentaba, “casi el 40% de la electricidad que producimos proviene de las renovables, pero existe un problema de fondo fundamental y es que nuestra sociedad no es eléctricas, que es lo que producen esencialmente las renovables: apenas un 20% de la matriz energética”. En cuanto a dependencia externa, según datos Eurostat el Estado Español depende en un 72% de fuentes energéticas externas, con toda la vulnerabilidad geopolítica que ello implica. Y eso que, explica Santiago Muíño, “se considera que el uranio es producción nacional (que no lo es) y tampoco se tienen en cuenta los minerales que necesitamos para la construcción de las infraestructuras renovables. Si esto lo tuviéramos en cuenta, el nivel de dependencia externa se dispararía”. Así pues, si bien las renovables son la base de cualquier sociedad sostenible futura, es preciso ser consciente de que están marcadas por una serie de límites que conviene tener en cuenta a la hora de planificar los desarrollos urbanos y sociales del futuro.
En este contexto, el cambio climático implica una serie de riesgos como son la posibilidad de que haya que enfrentar shocks energéticos, así como la mengua progresiva de la disponibilidad energética en nuestras sociedades. Aspectos que serán fundamentales para sectores como la arquitectura y la construcción - ámbitos a los que catalogó como hijos de los combustibles fósiles baratos -. Pero del mismo modo también lo serán, por su importancia económica, logística y convivencial, el transporte basado en motores de combustión; la entrada de flujos alimentarios en nuestras ciudades que son altamente subvencionados por combustibles fósiles; los propios procesos de producción, y el alto consumo energético que el hormigón armado supone para su producción, así como para su mantenimiento posterior. El sector de la arquitectura y la construcción – concluyó - vive un momento “disruptivo y si el análisis de la situación energética nos da pistas de que estamos ante un gran cambio de época, la cuestión climática lo reafirma”.
"El cambio climático implica una serie de riesgos como son la posibilidad de que haya que enfrentar shocks energéticos, así como la mengua progresiva de la disponibilidad energética en nuestras sociedades".
Una década decisiva
Los informes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) indican que en los últimos 200 años ha aumentado la temperatura media del planeta en 1,1 grados. Como advertía el ponente, “aunque no parece mucho, en términos planetarios y geológicos es una barbaridad”. Un mundo con 4 grados más tendrá un clima radicalmente distinto. Pero además del incremento de la temperatura, remarcó, “es igualmente importante la velocidad a la que se está incidiendo en el clima mediante los gases de efecto invernadero, ya que es aproximadamente 14.000 veces más rápida que en cualquier otro cambio climático de la historia geológica”. Así pues, cumplir con los objetivos de límites de aumento de temperatura para manejar el cambio climático dentro de ciertos umbrales manejables y seguros tiene implicaciones tremendamente complejas y resulta “inverosímil”. De hecho, pronosticaba, las naciones que van a verse más afectadas por el cambio climático “son las que menos han contribuido a él”. Todos los informes científicos apuntan a que la próxima década será decisiva, a pesar de que ya existen puntos de no retorno que, como mínimo, “se cree tener localizados”.
Las emisiones de gases de efecto invernadero provienen en un 35% de la energía, en un 24% de los usos del suelo, en un 21% de la industria, en un 14% del transporte y en un 6,4% de la construcción. Sin embargo, comentó, “si desglosamos la porción de la energía vemos que el uso de los edificios supone un 12%, que sumado al 6,4, es un 20% y, por tanto, este sector es el responsable de 1/5 parte de esas emisiones, con las consecuencias que ello conlleva durante la próxima década”.
En cualquier caso, tal y como vaticinan los informes que se manejan, las reformas que pueden transformar la sociedad en sostenible tienen que ser profundamente multidimensionales y, por tanto, afectarán a todos los aspectos de la vida social. Cuanto más aumente la temperatura, más intensos serán los efectos: lluvias torrenciales, sequías, olas de calor e incendios forestales. Y ello, destacó, “influirá en conflictos bélicos y desplazamientos y migraciones de la población”.
En las cumbres climáticas y a través de los análisis del IPCC se hace evidente que hay que actuar pero, aun y así, - argumentó – el mayor incremento interanual de emisiones de CO2 fue en 2018 y el anterior en 2017. Si se sigue este rumbo y no se produce una revolución técnica, pero también política, institucional, social y cultural, según el IPCC, se va hacia un mundo entre 3,7 y 4,8 grados más cálido de aquí a final de siglo. Algo que se considera, en palabras de este conferenciante, “una barbaridad”.
Decálogo para el sector de la construcción
El rumbo general que debería tomar el sector de la arquitectura y la construcción para encaminarse hacia la década decisiva podría estar basado, desde el punto de vista de este experto, en el siguiente decálogo:
- Disrupción ante el hecho de que las reglas de juego están cambiando radicalmente.
- Orientar el conjunto de los esfuerzos a reducir el consumo energético y, por tanto, construir consumiendo menos energía; reducir el consumo de los edificios durante su vida útil, especialmente en climatización, otorgando prioridad a métodos pasivos frente a los activos; minimizar la nueva construcción en países sobredotados, como es el caso de España; desarrollar políticas que permitan optimizar la riqueza material ya producida, e idear una lógica de materiales abundantes y próximos, y así reducir la huella de transporte de los materiales con que se construye.
- Producción de energía renovable, de modo que los edificios se conviertan en estructuras que también aporten, en la medida que puedan, al mix energético renovable. Fotovoltaica y solar térmica en los techos, pero también explorando las posibilidades de la geotermia.
- Ahorro de agua. A medida que avance el cambio climático el agua será un bien cada vez más escaso y, por tanto, habrá que idear edificios que minimicen perdidas y, si es posible, que cierren el círculo del agua mediante el reciclado y la depuración de aguas grises.
- Gestión de residuos, en el que le proceso clave es compostaje de la materia orgánica.
- Resistencia ante fenómenos climáticos extremos.
- Seguridad biológica.
- Economía del compartir y prácticas sostenibles. A la hora de diseñar o rehabilitar edificios se convertirá en imprescindible habilitar espacios comunes.
- Estructuras de protección costera y equipos de trabajo especializados en el traslado de edificios singulares. De hecho, puede que aparezca una industria destinada a reciclar materiales procedentes de edificios que se hayan tenido que abandonar.
- Nuevo paradigma en la ordenación del territorio: limitar la expansión urbana, limitar el hábitat disperso, inversión en transporte público, desarrollo del ferrocarril de mercancías, desterrar la industria turística que depende de la aviación porque seguramente no va a poder mantenerse al ritmo actual...
- Diseño del territorio que deje espacio de suelo para tres usos fundamentales: producción de energía, sector primario ecológico y la reforestación (el proceso de geoingeniaría más eficaz).
Marcos de Solución
En definitiva, existen marcos de solución que deben implicar reformas que masifiquen aquello que ya se sabe que funciona y ello comporta transformar radicalmente las infraestructuras del país, pero también las estructuras sociales. Para afrontar el cambio climático existen, señaló este antropólogo, dos estrategias complementarias básicas: la mitigación y la adaptación. La mitigación o el hecho de atacar las causas que provocan el calentamiento global a través de las emisiones de gases de efecto invernadero, y la adaptación a las consecuencias del cambio climático que ya son irreversibles y que, por tanto, será preciso aprender a convivir con ellas.
En el escenario hacia una economía descarbonizada las energías renovables juegan un papel fundamental, ya que pueden permitir mantener la complejidad técnica en una sociedad industrial sin necesidad de retrotraerse a la era preindustrial. Ahora bien, puntualiza Emilio Santiago Muíño, un futuro de 100% renovables debe ser consciente de que las renovables únicamente producen electricidad y solo el 20% de la energía que se necesita es eléctrica. Así pues, implica un proceso de reconversión sin precedentes y electrificar todo lo que se pueda. Siguiendo esta tónica, este especialista evidenció que la soberanía energética de las energías renovables – la futura economía sostenible – va a ser tan previsiblemente dependiente del exterior de los grandes países productores de minerales como lo fue de la economía fosilista de la OPEP en el siglo veinte. Y, por tanto, se habrá de dar un grado de colaboración inmenso, dado que para obtener niveles de energía parecidos a los del presente tenemos que utilizar los dos grandes inputs de la energía renovable: el sol en los desiertos y los vientos en las latitudes altas. Y es que, concluyó, “las energías renovables que hoy conocemos están subvencionadas por los combustibles fósiles. Cuesta mucho imaginar que podamos instalar, por ejemplo, un campo eólico en una plataforma marina continental, a veinte km de la costa, con minerales que vienen de China y Chile, con procesos industriales deslocalizados, y mantenerlo sin motores de combustión. Ello implica retos técnicos todavía por descubrir”.
De modo que una sociedad 100% renovable – pronosticó – “implicará una esfera material de la economía menor o, como mínimo, no sometida a un crecimiento exponencial constante; que reúna ciertos niveles de circularidad…de reciclaje de materiales…y que al mismo tiempo, des de una perspectiva económica, sea capaz de planificar y colaborar mucho más de lo que lo hace el modelo neoliberal actual”. Y todo ello en el marco de un proceso de reconversión para electrificar que implique una revolución en el sector del transporte. Sin duda, auguró el ponente, “ello nos llevará a un sistema económico que priorizará la producción local, la vida de proximidad o el teletrabajo”.
El paquete de transformaciones más radical parece ser que estará más orientado a cómo dar lugar a una economía que no necesite crecer para funcionar, teniendo en cuenta que toda la infraestructura institucional funciona de una manera piramidal y basada en la concepción de que “si no se crece no se funciona”. Es cierto, indicó Santiago Muíño, que la eficiencia “nos va a dar mucho margen de maniobra, pero es preciso tener en cuenta que en un planeta finito nada pueda crecer hasta el infinito y menos con un crecimiento exponencial como el que muestra nuestro PIB”.
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